En noviembre de 1978 se encontraba en San Diego, California, dando un
concierto a más de treinta grados de temperatura. Al acercarse el final del espectáculo,
el público se percató del malestar físico (y moral) que el cantante sufría. Entonces,
alguien lanzó una cruz de plata sobre el escenario. Según la entrevista que le
hizo Clinton Heylin en su libro “Bob Dylan: Behind the Shades Revisited”:
“Yo normalmente no recojo cosas que
me tiran al escenario, pero miré hacia abajo y vi la cruz. La recogí y me la
metí en el bolsillo (…) me llevé la
cruz a la próxima ciudad donde tocaba, en Arizona. Me estaba sintiendo mucho peor
que en el concierto de San Diego, así que pensé ‘necesito algo esta noche’. No
sabía lo que era. Yo estaba acostumbrado a todo tipo de cosas y dije que
necesitaba algo que no había tenido antes. Miré mi bolsillo y encontré la cruz”.
Poco después, según declaraciones del artista, tuvo una visión en un hotel
de Tucson, donde Jesucristo le tocó la mano. Posiblemente estaba en un estado tan
depresivo que le suscitó a tener aquella experiencia alucinatoria. Tras este
episodio Bob Dylan, de familia tradicionalmente judía, se convirtió al
cristianismo en una de las piruetas que más controversia ha generado en la
historia de la música moderna estadounidense. Al poco de la alucinación de Tucson se unió a
la congregación evangélica Vineyard Fellowship, donde recibió un curso
intensivo sobre las enseñanzas cristianas. Es posible que tomara esta decisión como una medida para desintoxicarse, aunque de este nunca se ha hablado.
Los mensajes bíblicos comenzaron a aparecer en sus conciertos muy pronto, sobre
todo recitando conocidos pasajes del apocalipsis, lo que generaba en ocasiones
la indignación del público y de los críticos de música. Ignorando las críticas, se puso a escribir canciones que reflejaban aquel
sentimiento religioso, llevándole a grabar el álbum “slow train coming”, su decimonoveno
disco.
Antes de entrar en el estudio, Dylan quiso rodearse de los mejores músicos.
Corría el año 1979 y el tema “Sultans of swing” de los Dire Straits sonaba en
la radio como uno de los hits del momento. Se interesó por el sonido del grupo
hasta el punto de aproximarse a Mark Knopfler después de un concierto en Los
Angeles, California, preguntándole si quería participar en su nuevo disco.
Knopfler estuvo de acuerdo pese a todo. No obstante, según el productor Jerry
Wexler, fue éste y no Dylan quien trajo a Knopfler para darle un toque más
innovador a la grabación. También colaboraron en esta experiencia el batería de
los Straits, Pick Withers, y el celebérrimo bajista Tim Drummond.
“Slow train coming” (1979), eludiendo el contenido simplón y religioso de sus letras,
es un trabajo impresionante, variado y atractivo, en el que se mezclan diferentes
estilos como el rock, el góspel, el funk, el reggae y el vigor de un cantautor
que quería sanar sus problemas existenciales (o drogodependencia) con una buena dosis de música. Los nobles teclados de Barry Becket, los elegantes pizzicatos de Knopfler, las
contundentes baterías de Withers, las precisas notas de Tim Drummond o
los espirituales coros de Carolyn Dennis, Helena Springs y Regina Havis hacen
de este álbum una verdadera joya, alcanzando en el plano comercial la segunda
posición en la lista de discos más vendidos del Reino Unido y la tercera en la
lista estadounidense Billboard 200. Además, el sencillo “Gotta Serve Somebody”
ganó un Grammy en 1980.
Después de este álbum, Bob Dylan grabó otros dos con el mismo corte religioso. Recibió pésimas críticas en los
Estados Unidos, aunque no así en otros países del mundo. Este período marcó el comienzo del declive de su carrera durante los 80, hasta su eufórico resurgimiento con los Traveling Wilburys. Pero esta es ya otra
historia.
Os dejamos el
álbum completo “slow train coming” grabado del vinilo original del 79 y obtenido
en el mercado underground berlinés. Espero
que lo disfruten.